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Asiento Trasero



Anita, la muy sexy hija de puta. Una de las mujeres más increíbles del mundo. La cosa fue yendo a más poco a poco en Courtfield Road. En ocasiones a Brian se le apagaba la luz de pronto y caía redondo: Anita y yo nos mirábamos. {...}  La verdad era que yo miraba a Anita, y miraba a Brian, y la miraba otra vez a ella y pensaba: no hay nada que pueda hacer para evitarlo, al final voy a tener que estar con esta tía. {...}
Nunca en mi vida he dado el primer paso para enrollarme con una mujer, simplemente no sé cómo hacerlo, mi instinto es dejarle hacer a ella, lo que no deja de ser bastante raro, pero es que soy incapaz de salir con frases del tipo «¿qué pasa, nena, cómo va eso?, ¿qué, echamos uno?» y todo ese rollo. Me quedo sin palabras. {...}  Alguien tiene que hacer algo. O pillas el mensaje o no lo pillas, pero yo nunca he sido capaz de dar el primer paso. Si están interesadas, moverán ficha. Por lo menos en mi experiencia ha sido así.
 Así que Anita movió ficha. Yo no podía entrarle a la chica de mi amigo, incluso a pesar de que éste se hubiera convertido en un perfecto cretino (con Anita también). El sir Galahad que llevo dentro me lo impide. Anita además era muy guapa, cada vez estábamos más unidos y de repente, sin la supervisión de su chico, fue la que tuvo los huevos de decir "¡al carajo todo!". En el asiento trasero de aquel Bentley, en algún lugar entre Barcelona y Valencia, Anita y yo nos miramos: la presión era tan bestial que sin previo aviso se puso a hacerme una mamada. La presión se disipó (¡puf!) y de repente estábamos juntos. No se suele hablar mucho cuando ocurre algo asi; sin necesidad de decir nada lo notas, sientes una sensación de inmenso alivio porque ha llegado por fín el desenlace. {...} Nos pasamos una semana dando vueltas por la casba, echando polvos y poco más; estábamos cachondos todo el rato, cierto, pero también nos andábamos preguntando como íbamos a manejar toda esa situación.

- Fragmento de las memorias de Keith Richards.